El lápiz es el elemento más difundido a la hora de dibujar y de escribir, por tanto, resulta ser un implemento básico y sumamente necesario para los estudiantes de diferentes materias, ya que a partir del mismo pueden realizar anotaciones de las clases a las cuales asisten para luego repasar los contenidos aprendidos.
Generalmente, esta hecho de una barra de grafito contenida dentro de un cilindro de madera o de metal.
El origen de este elemento se remonta al siglo XVII en Inglaterra en donde se descubrió un importantísimo depósito de grafito. Si bien Inglaterra dominó durante largos años el negocio de la fabricación de lápices, la aparición de un flamante método a partir del cual era posible lograr el polvo de grafito, amplió el comercio del mismo. Mientras tanto, sería en Italia en donde surgiría la idea de añadirle un soporte de madera a los lápices de grafito.
Hacia mediados del siglo XIX se crea una goma que se usa a modo de borrador para ser añadido al extremo opuesto del lápiz; un diseño que por cierto hasta el día de hoy es sumamente práctico para borrar de inmediato aquel error incurrido en la escritura o en el dibujo.
En la actualidad los lápices se fabrican a partir de la combinación de polvo de grafito con arcilla molida. A la mezcla se le agrega agua que formará minas alargadas que luego se cocinan en el horno. El resultado se sumerge en cera o aceite que es lo que le aportará un acabado liso a la escritura. Luego, un tablón de cedro se corta para hacer de listón y en él se insertan las tiras de arcilla y de grafito. Un tablón más de apariencia acanalada se le colocará en la superficie y por último se barnizan o pintan.
Existe un sistema de clasificación de lápices que mide su dureza y su coloración oscura. La letra H designa la dureza, mientras que la B el grado de oscuridad que presentan.
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